CON MANOS VACÍAS

Espero que os ayude esta canción que se asemeja mucho a la espiritualidad de Abelardo.

DIOS ESCUCHA

Dios escucha al hombre y responde a sus interrogantes. Con estas palabras de aliento de Benedicto XVI comenzamos nuestro retiro del pasado domingo poniéndonos a la escucha de Dios. Nos preparamos así para la cuaresma que se nos plantea como un tiempo de escucha hacia la verdadera conversión. Escuchar sin miedo a lo que Dios nos tiene que decir, porque viene a desarmarnos de todas nuestras defensas.
Hay que dejarle entrar de una manera sencilla, humilde y abierta. Debemos escuchar a Dios no desde nuestros propios problemas sino desde los problemas de Dios que se compadece del hombre, desde los problemas de la humanidad porque Jesús estuvo  y está cerca de ellos, y desde los problemas de mi prójimo a los que me cuesta dar mi afecto y cariño. Así conseguiremos amar a Dios en los demás.
Buscaremos para esta cuaresma la espiritualidad de la manos vacías para presentarselas al Señor en la oración, en la escucha, sin desear nada particular y descubrir lo que Dios desea para nosotros. Así sentirnos como el guiñol que se deja guiar por el Señor, sin caer en la tentación de sentirnos solos, pensando en el prójimo y no en uno mismo.
Señor escóndenos en tus llagas durante esta cuaresma para ser felices, libres y encontrar y vivir la verdad.

LA TEMPESTAD DE LA JMJ

En el retiro del domingo pasado recreamos la tormenta de cuatro vientos durante la JMJ. La interpretamos a la luz del evangelio, como una experiencia de gracia. No pasó desapercibida y a nadie dejó indiferente. La tormenta nos zarandeó y buscamos refugio. ¿Qué zarandea nuestra fe? ¿De qué me refugio? Mientras se leía el evangelio de la vid y los sarmientos, proclamado en medio de la tempestad, Jesús nos decía que sin Él nada podemos hacer.
Vivimos muy bien, acomodados, pero en cualquier momento nos puede zarandear la tormenta y este evangelio nos ponía en nuestro sitio, el de sentirnos vulnerables para encontrarnos con el cimiento de nuestra vida. En la mañana de retiro se nos invitó a descansar bajo el manto de Dios Padre, como el hijo pródigo que se refugia en el abrazo del padre. Nos recreamos en ese abrazo que nos pone firmes en la fe y nos recupera las raíces filiales. Empapados por el agua de la lluvia recordamos lo que el salmo 139 nos dice: Cristo nos sondea y nos conoce y en la misericordia de Dios (salmo 28) aclamamos su gloria y su poder.
Pedimos los unos por los otros juntos en oración y nos pusimos bajo el manto de nuestra madre la Virgen. ¿Qué habría hecho Ella enmedio de la tormenta? Habría seguido firme escuchando la palabra y renovando su promesa. Ella atenta a todas la necesidades de los millones de jóvenes que se congregaron en cuatro vientos le pidió al Padre: "no les queda agua".